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Estancia en París

        El fraile superior de la Iglesia de la Misión Española, P. Joaquín Aller, supo del paradero de la Santina a través del testimonio de un joven comu­nista asturia­no, que presta­ba sus servicios en la representación diplomática del gobierno de la República. Se presen­tó ante este religio­so claretia­no,  y le comunicó que, entre los objetos llega­dos de España y deposi­ta­dos en la embajada, estaba la imagen de la Virgen de Cova­donga dentro de una caja. Según palabras referi­das por el padre claretiano Joaquín Aller, la exposición de aquel joven fue así:

"Yo soy un comunista asturiano... Es el caso que la Santina astu­riana, Patrona de mi tierra, está entre otros tesoros artísti­cos, almacenados en la embaja­da. Ésta va a ser evacuada, y yo no quiero que esta imagen tan querida, sufra más ultrajes... Está guardada dentro de una caja, cuyo lugar conozco, y no me sería difícil dar con ella sin que lo advirtiesen".

 

        El padre Aller le ofreció su ayuda y colaboración, le enco­mendó que la separase de los otros objetos y la guardase con cuidado hasta que las nuevas autori­dades españo­las se hiciesen cargo de aquellos locales. Vuelto a la embaja­da, el joven comunista escon­dió la imagen en un pequeño departamento junto al ascensor, del cual él mismo tenía las llaves, evitando que en los últimos momentos la Santina fuese llevada a otra parte, y acabase vendida o liquidada de cualquier modo.

      Cuando en marzo de 1939 las nuevas autoridades del franquismo entran en la Embajada hallan, en medio de cajas saqueadas, una sin abrir con el letrero «Virgen de Covadonga». Nuevamente, una mano izquierdosa había intervenido en la suerte de la Santina”. 
Según texto recogido por Silverio Cerra, el anarquista Ramón Álvarez Palomo (Gijón, 1913-2003) dejó escrito:

«Ese símbolo de la cristiandad, al margen de toda creencia y desmintiendo la ferocidad que se nos atribuye, fue puesto a salvo... por los "rojos" y custodiado por el hombre más representativo del fondo humanista del anarquismo: Eleuterio Quintanilla». 

     

     Al salir a la luz, la imagen, aunque no mostraba graves deterioros, apare­cía exhibiendo sobre sí la pobreza y las heridas de la guerra: no tenía corona, ni flor en la mano, ni la peana con los tres ángeles, ni adornos sobre el pobrísimo vestido. Y mostraba diversas rozaduras que lastimaban su ros­tro.

   

     El embajador Lequerica comunicó la noticia del hallazgo al gobierno español. La buena nueva, tan largamente esperada se difundió de inmediato por todas partes. El 25 de marzo de 1939 el mismo Jefe del Estado, Francis­co Franco comunicaba al Gobernador Cívico-Militar de Asturias, coronel José Ceano Vivas, en un telegra­ma que "imagen Virgen Cova­donga ha sido encontrada en un desván de la Embajada española en París, revuelta con otros objetos".     

La emoción de Asturias tras el hallazgo de la Santina no tuvo medida.

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